#07 El patatús de la belleza
Esta mewsletter es breve porque es septiembre, porque tengo anginas y porque se me han descalabrado los horarios. Pero siempre hay tiempo para hablar de las cosas curiosas que los reyes del reino animal (los gatos) nos obligan a hacer a los humanos.
En mi anterior mewsletter, allá en julio de 2023 (en agosto bajé persiana porque hice vacaciones) te deseé un feliz verano, te animé a votar y compartí imágenes alucinantes de gatos disecados.
Hoy, me toca darte la bienvenida a esta mewsletter felina número 7 tras esta pausa, espero que el verano fuera bien, a pesar de las olas de calor, y te comunico que, aún y habiendo votado, seguimos sin gobierno.
Según Aristóteles, la belleza es aquello que nos proporciona placer y nos despierta admiración, –sin saber muy bien por qué–, es decir, es aquello que nos gusta, pero sin que nos reporte una utilidad concreta.
Esta definición de belleza aristotélica tiene un paralelismo claro con lo que comúnmente se denomina “tener un stendhalazo”.
Nota de la Autora: el paralelismo en cuestión me lo he inventado, pero yo le veo mucha lógica
Lo del stendhalazo, breve historia
Un buen día estaba Stendhal por Florencia, allá en el mes de enero de 1817, y quiso entrar, como todo buen turista, a la Basílica de la Santa Croce. Hasta ahí todo bien. Sin embargo, una vez dentro, al contemplar esa gran obra arquitectónica, sintió de golpe mareos, palpitaciones, sudoraciones y un malestar similar a un ataque al corazón. En palabras del propio Stendahl: “sentí que el manantial de la vida se secó dentro de mí”.
N de la A: ¡ay, románticos!
Años más tarde, la psiquiatra italiana Graziella Magherini (1979) describió y bautizó a este estado como el conocido Síndrome de Stendhal, un trastorno psicosomático que suele relacionarse con la sobrecarga de estímulos cuando visitamos una ciudad que nos desborda de belleza (originalmente sólo pasaba cuando visitabas Florencia, luego se fue ampliando el catálogo de ciudades). Se asocia también a la emoción de gozo ante una obra de arte o ante una puesta de sol.
Cuando nos sucede, cuando la belleza nos abruma, porque a todxs nos ha sucedido, miramos a nuestro alrededor intentando encontrar una mirada cómplice de aprobación, sacamos fotos y las subimos a Instagram para que unos likes nos den la razón, aplaudimos como un mono loco con platillos, pero a veces, es muy complejo compartir una emoción de tal calibre.
Y entonces, ¿qué te queda?
↓↓ Pues esta solución ↓↓
N de la A: Imagen robada del Twitter de Antonio Maestre. Este mes de agosto de 2023 una persona enamorada de su gato empapeló medio Madrid para compartir con el mundo un stendhalazo felino
⌇ Dato⌇
En contraposición al Síndrome de Stendhal, existe el Síndrome de París, que es aquel por el que los turistas sufren los síntomas contrarios, es decir, les dan ataques agudos transitorios (ataques de pánico o epilepsia) al descubrir que París es una decepción absoluta.
N de la A: Humanidad, ¿qué nos está pasando?
A finales de mayo de 2015 me fui a Nueva York en una huida sin mirar atrás. Me pasé 61 días vagando y cual voyeur intenté recorrer todos los rincones posibles de esa inmensa ciudad, totalmente inabarcable, incluso en una sola vida. Solo sabes que has llegado al final de la ciudad por las delimitaciones del río o porque la gente deja de ser blanca, rica y chic.
En uno de mis extravíos diarios por Brooklyn encontré, pegado a una farola, este cartel:
Era un anuncio de Pastillas de Pelo de Gato (← enlace al site del anuncio) y parecía muy real porque en NY todo es posible porque en general la gente está como una auténtica chota.
Las pastillas están rellenas de pelo de gato de verdad, puedes elegir entre dos variedades distintas, pelo A o pelo B, libres de antibióticos, criados en libertad, etc. Hay una dirección de correo electrónico a través de la cual puedes comprar las pastillas o pedir muestras gratis.
Yo siempre imaginé que una señora mayor o unos individuos parecidos a los ladrones de Solo en Casa estaba detrás de este anuncio y que se sacaban un dinero extra vendiendo el pelo de sus gatos. Nunca dudé de su autenticidad, nunca pensé que fuera un chiste, aunque obviamente sí una estafa. Es que de verdad, creedme, en NY hay gente muy chotada.
Como en esta mewsletter sólo hay información de calidad y muy bien contrastada con más de una fuente (no) empecé a indagar (muy profesionalmente) en el deep internet de las cosas y lo que descubrí les sorprenderá (no).
Detrás de Cat Hair Pills se oculta Kat Thek una creativa publicitaria que se dedica a inventarse hilarantes idas de olla varias y colgarlas en farolas por la ciudad. Te dejo una entrevista.
Espero que hayas aprendido la gran lección de hoy: la belleza no está en Florencia, sino mucho más cerca (demasiado a veces), nunca vendrá cuando le llames y le canta el aliento a atún.
💙 Hasta aquí llega hoy Gatos, tu magacín cultural felino de confianza 💙