Hoy nos preguntamos qué nos diferencia del gato: si la suavidad o la inteligencia. También repasaremos los cuentos clásicos con sus moralejas, que eran auténticas películas de terror y, finalmente, veremos cómo el mar fue hogar de muchíiiisimos gatos desde el inicio de los inicios de los inicios del fin.
¿Qué es lo que nos hace humanos? Dicen que es el pensamiento racional y que justamente esa característica es la que nos diferencia de los animales. Saber discernir entre el bien y el mal, entender el arte, dotar de significado a símbolos abstractos,... Tener que trabajar, jurarte que es la última (cerveza) y llegar dando tumbos a casa,...
Esas cosas.
Y, ¿qué es lo que construye la identidad? ¿Son esos rasgos que nos diferencian de los demás y nos convierten en lo que somos: personitas únicas e inimitables (a veces insoportables) o esta carcasa que nos ponen al nacer con ojos, uñas, color de piel y pelo?
¿Ser suave, tener cola y maullar podría también definir una identidad?
Si algo define a El Gato con botas son sus botas, claro, y también (ya sea por fortuna o desventura) Antonio Banderas, que le puso voz en la película animada de DreamWorks y ya es difícil imaginarlo con otro acento que no sea el malagueño.
Este detalle eleva al personaje del cuento popular que recopiló Perrault en el libro “Cuentos de antaño” (1695) y lo consagra como un personaje clásico y mainstream a la vez.
N de la A: Para quien no lo sepa, Perrault fue como el Pompeu Fabra de la lengua catalana pero en cuentos populares, es decir, recopiló un buen número de cuentos de tradición oral y los recogió en varios libros.
La historia de El Gato con Botas no va mucho más allá de un gato muy listo e ingenioso que consigue que su dueño acabe siendo alguien importante a través de triquiñuelas y engaños y así él vivir bien y comer mejor.
Los cuentos de antes, los que se transmitían de boca a oreja, pasaron por el tamiz de la censura, o mejor dicho, se suavizaron para no asustarnos. Porque eran terroríficos:
Por ejemplo, Caperucita acababa comiéndose a su abuela en un puchero para luego el lobo zampársela a ella.
La Bella Durmiente, mientras dormía, fue violada durante años por el padre de “su” príncipe y engendró hijos, los cuales, luego, cuando despertó, se los hicieron comer (al rey) por una mala gestión de celos por parte de la reina (la reina estaba celosa que su marido violara a otra, ¿sabes?).
Blancanieves fue abandonada en el bosque por su propia madre porque no la soportaba y nunca existió una madrastra.
Otras historias (sin moraleja) hablan de los gatos de barco. Este era un “oficio” de los felinos que se remonta a la época del Antiguo Egipto (4.000aC), aunque fueron los fenicios (900 aC), los fundadores del comercio marítimo, los que cargaron gatos ya domesticados en sus navíos.
Los gatos desempeñaban la función de mantener a raya las plagas de roedores que se comían las provisiones, transmitían enfermedades y mordisqueaban los cabos y las cuerdas de los amarres.
Y así fue como, cumpliendo una función vital de pura simbiosis, los gatos se extendieron por Europa y ¡conquistaron el mundo!
Los cuadernos de viaje de los marineros están llenos de historias de gatos llamados Toomsie, Jack, Jenny o Paws.
Fotografías entrañables de gatitos durmiendo en pequeñas hamacas o llevando trajes a medida de la marina estadounidense con sus condecoraciones correspondientes “por ser un gato excelente”.
Y es que la vida en alta mar debía ser dura y monótona, y todxs sabemos que los gatos pueden llegar a ser como una televisión encendida cuando comienzan con su festival de acicalamiento. Y son suaves. Y ronronean.
También está la anécdota curiosa de los pasaportes de los gatos de barco: con su foto, nombre y huella, que en realidad era más una bromita entre marineros que un documento oficial.
Hay más historias, como aquella que dice que los marinos aprendieron a prever que habría tormenta por cómo el gato se comportaba al sentir los cambios de la presión atmosférica.
O el dato ¡científico! que los gatos pueden beber pequeñas cantidades de agua salada, pues su cuerpo la puede filtrar sin problemas (waw). O que, cuando se quedaban sin ratones o pajaritos que cazar, eran capaces de ponerse a pescar, o incluso algunos, ignorando su fobia al agua, se convirtieron en expertos buceadores que se lanzaban al mar sin miramientos.
Los gatos fueron capaces de adaptarse a la vida en alta mar y algunos jamás pisaron tierra firme. Eso sí, podían marearse con la misma elegancia que alguien que no ha subido jamás a un barco.
Y claro, otros muchos vivieron guerras (la primera y la segunda por poner un ejemplo), hundimientos (como el del Titanic) y largas travesías afrontando mil y un peligros.
La de cosas que debieron ver esos gatos. ¿Ballenas? ¿Centenares de horizontes? ¿Lunas llenas gigantescas? ¿Rayos-C brillar en la oscuridad cerca de la Puerta de Tannhäuser? Quién sabe…
Hoy en día ya no hay gatos en los barcos, tampoco ratas. Aparecieron los pesticidas, la lejía, el KH7,… y limpiaron las cubiertas, barrieron los pasaportes felinos, las hamacas en miniatura,... y el mundo marítimo se volvió igual de aburrido y aséptico que la vida en tierra firme.
💙 Hasta aquí llega hoy Gatos, tu magacín cultural felino de confianza 💙
Gatos más viajados que uno, seguro que viajeros con más estilo que muchos 💘
¡Hola Giulia! Sería interesante especular que el tema del Gato con Botas podría ser una evolución del tema del "criado ingenioso" que se originó en la comedia latina con Plauto y que más tarde pasó a la figura de Arlequín, el criado astuto de los escuderos estúpidos... ¡Un abrazo! Pietro