Hoy os quiero hablar del duelo gatuno y del amor porque, ya lo dice la canción, “algo se muere en el alma cuando un amigo se va”. También analizaremos cuál es el sentido (o el sinsentido) de un gato y te haré tres propuestas. A ver cuál eliges.
El 7 de marzo, de forma inesperada, mi gata Luisa murió. Fue una semana de ir y venir al veterinario, de ingresos, de medicamentos, de pruebas infinitas que no aclaraban nada, de muchos euros invertidos y de ver a Luisa hacerse pequeña. La eutanasia me costó 89€ y al firmar el consentimiento pensé en el valor de una vida, que equivale al coste de un buen cóctel de fármacos. (Por cierto, es el mismo cóctel usado para humanos pero en una dosis un pelín más grande, se lo pregunté al veterinario).
El duelo de un animal es un proceso extraño por muchos motivos extraños que te hacen preguntar cosas extrañas. Y nunca nadie nos ha compartido el manual de normas de cómo atravesar un duelo de un animal.
Sabemos hacerlo con las personas, primero a través de todo el ritual de despedida y luego, porque compartes el dolor con otros que a su vez sienten dolor. A un gato, en cambio, lo dejas en una clínica que huele a miedo para que lo incineren colectivamente con otras mascotillas. Puedes compartir tu pérdida con la gente a la que quieres pero esa gente, por lo general, no quería a tu gata. Así que el tránsito del duelo es un poco solitario.
Y ahí llegamos al otro tema:
Me da a mi que hemos llegado a un punto de no retorno. Esta sociedad nuestra está tan carente de afectos, estamos tan huérfanxs de redes que nos sujeten, que construimos a medida mundos artificiales para cubrir estas necesidades y carencias afectivas. Nos han roto tanto y nos hemos resquebrajado tanto con el amor, el amor romántico, el desamor, la precariedad emocional,... que al final acabamos temiéndolo todo.
También le tenemos terror al enamoramiento y un pánico atroz al compromiso y hablamos de él como si del mismísimo demonio se tratara. Se nos ha metido en la cabeza (porque hay datos empíricos) que el amor afectivo (o sexo-afectivo) de hoy en día es de mala calidad, como un sueldo que no te llega a final de mes, como ser mileurista: nadie quiere ser mileurista, aunque todos sabemos que fácilmente podemos volver a serlo.
Así que no es raro que construyamos familias alrededor de nuestros pequeños animales y cimentemos nuestras rutinas en base a otra existencia, pequeña y, tal vez, secuestrada y alejada de sus instintos. Lo metemos en casa, le damos comida ecológica de vacuno 100% (cuando estamos en contra del maltrato animal), dejamos que duerma en nuestra cama y pasan los meses y te has vuelto a enamorar (sí, de un animal), pero al menos sabes que no te hará daño (hasta que se muere, claro).
Te recomiendo este podcast sobre el duelo y la sabiduría de aprender a dejar ir. No tiene nada que ver con gatos pero puede ayudar a reconfigurar algunas ideas sobre el amor y la amistad. Andrea Gumes y Ana Pacheco hablan de este tema con Sara Torres en el Ciberlocutorio. Es bastante precioso:
Empecemos pues a pensar y dar respuesta a la pregunta que nos acecha: para qué sirve un gato, a parte claro está de para adorarlo, venerarlo, echarlo de menos,... A parte de para que te ronronee en la oreja a las 3 am o para convertir tu lavadora en una centrifugadora de pelo o para que te vomite la colcha recién lavada…. Ok, pero a parte de eso ¿para qué sirve realmente un gato? Porque debe servir para algo, ¿no?
Para esta newsletter me he dedicado a hacer una exhaustiva investigación y he encontrado tres posibilidades que pueden dar respuesta.
Empecemos por la primera:
⌇ ☞ Posibilidad #01 ⌇
→ óstraco egipcio
El escritor belga Jacques Stenberg escribió en su minirelato Los Esclavos (Cuentos glaciales, La compañía ed, 1974):
“En el comienzo, Dios creó al gato a su imagen y semejanza. Y, desde luego, pensó que eso estaba bien. Porque, de hecho, estaba bien. Salvo que el gato era holgazán y no deseaba hacer nada. Entonces, más adelante, después de algunos milenios, Dios creó al hombre. Únicamente con el objeto de servir al gato, de darle al gato un esclavo para siempre”
✎ enlace al mini cuento completo aquí
¿Podría ser “el sometimiento humano a la voluntad felina” la primera de las respuestas? Suena a posibilidad.
⌇ ☞ Posibilidad #02 ⌇
Imagínate por un momento esta escena:
Años 1870’s, un señor sentado en una butaca de piel, en su oficina, fuma un puro, tiene los pies sobre la mesa y su mirada se pierde a través del gran ventanal del edificio donde trabaja en la ciudad de Liège, Bélgica. De repente, ve pasar una paloma a través de la ventana, luego un gato pasea por el alféizar. Y en su cabeza una idea explota:
Si hemos sido capaces de lograr convertir a las palomas en palomas mensajeras: ¿por qué no lograr que los gatos lleven cartas? o sea, ¿gatos mensajeros? o sea, ¿domesticar a un gato (¡un gato!) para que se encargue del correo postal de una ciudad?
Nota de la autora: ¿qué podría salir mal?
Y el experimento se llevó a cabo. Entrenaron a 37 gatos domésticos con el propósito de entregar cartas a sus propios domicilios. Como en Bélgica es bien sabido que llueve, ataron a los collares de los animales bolsas impermeables con cartas dentro y se los llevaron lejos de la ciudad. Una vez a unos cuantos kilómetros de distancia, les desearon “buena suerte” y los lanzaron a la aventura (a.k.a calle) para ver qué pasaba, o sea, para ver si volvían a sus casas.
De los 37 gatos solo uno logró volver a Liège en un tiempo récord de 5h, los otros también regresaron, pero digamos que no cogieron un atajo. Tardaron entre 24h y dos días. A pesar de lo que puedas creer, persona lectora, la sociedad belga y la empresa de correos nacional estaba encantada, exultante, feliz con la idea y consideraron que había sido un éxito total.
N de la A: Al lado de la invención de la penicilina, la idea del "gato cartero" pareciera, en esos días de euforia creativa, que compartía podio.
Lo que me parece más curioso es que habiendo sido un éxito enorme, sin precedentes y que tanto había entusiasmado a la sociedad belga jamás de los jamases, nadie, nunca, volviera a proponer el tema ni se aplicara medida tan excelente. Raro…
¿Podría ser “el invento quítale trabajo a un señor cartero que ya te lleva el gato las cartas a casa” la segunda de las respuestas?
⌇ ☞ Posibilidad #03 ⌇
Hace un tiempo, pongamos 1985, Inés Villanueva y Zacarias Puente decidieron autopublicar un libro de recetas de la cocina típica cántabra. Así que ni cortos ni perezosos imprimieron unos cuantos ejemplares del recetario “La cocina de Cantabria en sus raíces Pejinas” donde reunieron un compendio de recetas típicas de la región: de familiares, amigos y recetas de toda la vida de la abuela.
N de la A: Debió ser un éxito enorme porque llegaron a imprimirse hasta 3 ediciones! Si te interesa mucho la cocina cántabra en sus raíces Pejinas (que no sé qué significa), puedes encontrar en iberlibro la tercera edición por 11€ + gastos de envío y por 20€ la primera edición. Dejo enlace aquí (es una buena compra, hazme caso)
Recientemente, una de las recetas de este libro de cocina encendió las alarmas en Twitter y por supuesto llegó a mi timeline, y me pareció tan brillante que no he podido dejar de traerla también aquí. Te estoy hablando de la famosa receta de la abuela Martina Campillo: Guiso de Gato. Es un guiso normal, como si fueras a hacer pollo o conejo, con su cebolla, su poca zanahoria, su tomillo, su vinito blanco… y su gato de 2kg. Da para seis raciones. Dificultad: media.
Dejo la receta completa aquí por si necesitas hacer desaparecer a tu gato:
Aunque pueda parecer una aberración, tenemos que recordar que en España había gente que pasaba hambre. Bastante. De hecho, leo en la fuente más fidedigna que existe hoy en día, wikipedia, que la expresión “pelagatos” proviene precisamente de las gentes humildes que no tenían nada que comer y tenían que despellejar gatos. Como dato extra te cuento que en Europa se empezó a comer gato allá en el siglo XV y la primera receta de la que se tiene constancia esá recogida en este precioso libro.
Broma mala de la autora: A mi no me parece raro que comieran gato porque más de una vez les he pegado un bocado (de amor) a mi(s) gata(s).
Entonces, querida persona que has llegado hasta la última propuesta: cuál de las tres razones crees que es la más lógica y que da respuesta a la pregunta “para qué sirve un gato”? Espero con atención tu respuesta:
Nota final: Sea como fuere, yo tengo claro para qué NO sirve un gato. Para que se muera sin avisar y te deje el corazón petrificado.
En Italia hay una comarca cerca de Venezia que se llama Vicenza y suyos vecinos los llaman "magnagati", es decir "comegatos"... no en sentido derogatorio, pero es claro que en pasado tenía que ser un lugar muy muy pobre...
Bfff Lo siento! No quiero ni pensar en el momento que me toque a mi despedirme de mis gattis. Me encanta el blog y me dieron ganas de ilustrar el mini cuento de Jacques Sternberg. Me parece sublime. Ànims!